lunes, 7 de noviembre de 2011

Rima

Entre trémulos murmullos y apagadas quejas, su mirada tranquila, fría y siniestra en la faz acusadora se clavaba intensa.

La sonrisa funesta de quien anhela a la muerte sobre su pálido rostro suponía lo peor, y en sus ojos grises, brillantes y temibles se asomaba la paz de quien no teme jamás.

Entre la vida y la muerte se entretiene su capricho y entre gritos tenues la balanza cede a teñirse de carmín, un último vistazo al deseo ejecutado y la vida vuelve a él.

Un precio ha sido dado a su cabeza y el oro ha alterado a la masa enardecida, que lo buscan sin descanso entre la hierba escondida.

Más la traición inesperada le ha llevado a la muerte, ella ha cedido por fin al rencor que ha terminado por consumir su amor, y entre gritos su presencia ha advertido*

Él acepta su destino y con el corazón herido por los guardias es llevado a la plazuela del castillo.

Con un último suspiro de sus labios exhalado, la soga su labor realiza, un rastro de agonía en sus ojos se denota antes de cerrarse eternamente.

Su cuerpo yace retenido ante la gente: “El asesino ha muerto” Gritan con júbilo los demás “Y con él mi corazón” Pronuncia ella con pesar.

domingo, 2 de octubre de 2011

Pensamiento

Tome el dije entre mis manos y lo pegue a mi frente, no podía evitar sentir como mi garganta iba anudándose, la presión en el pecho aumentaba a cada instante y el aire comenzaba a faltar, el traqueteo del tren apenas me mantenía en la realidad, las imágenes se retorcían en mi mente confusas e incesantes, ellos, ellos sólo miraban intentando fingir que el dolor tampoco los consumía por dentro, ninguno de ellos me interesaba ahora, una lágrima resbalaba traicionera por mi mejilla, pegue más las rodillas al pecho para evitar que se viera y cerré los ojos.

Tenía ese modo tan suyo de captar mi atención, y esa sonrisa que me hacía estremecer, solía tomar mi mano y caminar junto a mí sobre los senderos del parque, hablábamos de cosas triviales, pero su voz era todo lo que yo necesitaba, “Te quiero demasiado” solía pronunciar a veces y yo, yo reía como una niña pequeña cuando le compran un helado, quizá es porque eso es lo que soy al final, tan solo una niñita que se ha metido en algo que no logra entender.

Él había cambiado, creía comprenderlo, solía secar sus lágrimas cuando la tristeza terminaba por aplastarlo, besaba su mejilla y lo abrazaba contra mí pretendiendo alejar sus temores al envolverlo en mis brazos, creyendo apartarlo del infierno que lo arremetía, dándole todo de mí a él, pero nunca siendo suficiente.

El tren dio un giro y brincó, levante el rostro, la oscuridad cubría en su totalidad el vagón y la humedad producía un frio que calaba hasta los huesos, ¿Qué se podía esperar del invierno?, veía las miradas apagadas de los demás apenas perceptibles por la luz que entraba en las aberturas de la madera, miré el dije una vez más con aquel fragmento de cadena metálica; tenía mi nombre escrito en él con letra manuscrita al igual que el dije que aún colgaba de mi cuello con su nombre, ambas partes formaban un circulo metálico separadas a la manera de un Ying-Yang, era una broma pues él solía decirme que yo era su luz y nuestros amigos se burlaban diciendo que éramos un ángel y un demonio rompiendo todas las leyes naturales, era la realidad.

Solloce suavemente y bese su nombre murmurándolo con suavidad y volviendo a mi posición, me rendí ante la desesperación, él era mi héroe pues siempre estaba ahí para salvarme cuando más lo necesitaba, como aquellas noches frías, cuando era pequeña, en que se mantenía a mi lado hasta verme dormida, o cuando me contaba historias fantásticas de príncipes valientes y hermosas princesas, de castillos perdidos y de bestias feroces que obligaban hasta al más valiente a rendirse, también aquellos días lluviosos en que recordaba a mi padre y comenzaba a llorar, él parecía tener una solución para cada momento: Una suave palabra, un dulce postre, alguna fantástica historia o un bello soneto, de cualquier manera, siempre lograba sacarme una sonrisa.

Aspire un poco del aire frio y temblé, oculte mi rostro entre mis manos y me mantuve en silencio mientras los vestigios del momento pasado se hilaban y formaban lo ocurrido, la velocidad del tren empezaba a disminuir, estábamos llegando al fin de nuestro camino, donde el precio de nuestras cabezas sería pagado quizá a un precio mucho más alto que el original, me mantenía con la cabeza baja, no deseaba ver a los demás podía sentirlos junto a mí, no decían nada, pero podía imaginar lo que pensaban.

El tren se detuvo de golpe, las voces de los guardias sonaban alarmados, la madera crujió agonizante, algunos gemidos se lograron escuchar, el último aliento exhalado de los vigilantes formó un murmullo trémulo, en un fragmento de segundo todas las sombras se convirtieron en la luz brillante de un día nevado, y ante esa luz sólo logré distinguir una sombra, una mano cálida tomando la mía y esa voz llamándome solo a mí...

sábado, 3 de septiembre de 2011

Carta

“Qué extraño es hallarme al centro de un lugar y no reconocer nada alrededor mío, sentir lo que en realidad hay, sentir más allá de lo que a simple esencia se logra apreciar, admirar el trasfondo y encontrar el aparente mensaje subterráneo que se haya al final de la investigación sensorial en que uno suele hallarse.


Pude haberte amado en realidad, pude, más no puedo decir que logré llegar a tal grado, puedo decir que te aprecié en realidad, que te quise más de lo que esperaba, sí, eso sí lo puedo confirmar.

No sé a qué ha venido el escribir esta carta ahora, quizá para cuando la encuentres yo me haya ido lo suficientemente lejos para que no logres encontrarme, puede que eso sea lo que necesito, alejarme del presente y omitir el pasado.

Me ahogo en lo que solía ser yo, en lo que hay en derredor mío, en ti y en lo que implicas, mas pronto seré libre de estas cadenas que me encarcelan, puede que sea difícil hallar la fuerza en mí, pero sé que hallaré mi camino.

¿Debo contarte cómo surgió todo? Sería iluso el creer que no sepas la realidad, sin embargo te daré una pequeña síntesis de lo que pasó:

Yo, yo nunca he sido nada excepcional en realidad, tú, no es que seas la octava maravilla ni nada de más, pero eras algo y yo también. Creo que fue tu sencillez o tu simpatía, no lo sé, en realidad no hablaré del pasado, seguiré con la razón por la que surgió este escrito.

Rememoraba aquellas viejas cosas ocultas en cajones abandonados, cosas que uno va olvidando y omite de la memoria por simple eliminación y protección del ser, vacíe las gavetas con falso interés, vaya, que ironía es darse cuenta de lo simple que es decir “ya no más” y lo difícil que es en realidad mostrarlo, encontré algunas cosas ahí, cosas que había eliminado de mi sentir; cartas, dibujos, frases, notas… cosas vagas y fragmentadas de la realidad pasada.

Aquel fue mi detonante, él que me hizo acelerarme, sin embargo, la memoria me obliga a omitir de nuevo aquellas cosas o a partir lejos de aquí para evitar la marea de dolor que podría o no destruirme, elijo partir… elijo huir y alejarme de todo lo que hay, no deseo sentir más ni recuperar aquella sensación, libero al cuerpo del dolor de la memoria, de los recuerdos, vagos e imprecisos ahora mientras la mente me obliga a obliterar todo esto.

En fin, solo escribo para despedirme y agradecer, para mostrar que estoy dispuesto a esperar, pero que no volveré a menos que valga la pena el riesgo, el dolor y, por supuesto, el sentir.

Sin más, se despiden de ti…


Tus sentimientos"

viernes, 15 de julio de 2011

Sin sentir

Su mirada imploraba, sus labios titubeaban ante la posibilidad de hablar, mi sonrisa lo invitaba a seguir, lo tentaba con la mirada firme en la suya, notaba el trémulo temblor de su pupila. Sus manos tomaban mis brazos, se sacudían con suavidad ante la dualidad de la situación: por un lado, la ansiedad y el deseo que mi ser causaba en él, por el otro, el temor que daba el desconcierto del futuro: ¿Hacerlo o esperar?

No podría soportar más, conocía la pasión que recorría cada fibra de su cuerpo, el anhelo que alteraba sus sentidos y la desesperación que inundaba su mente al no poder hacer lo que quería. Ninguna palabra salió de mis labios y él me estrecho contra sí mismo, su mano izquierda titubeaba mientras descendía por mi espalda, su mano derecha recorría mi brazo sin saber si debía proseguir o continuar. Estaba llegando al punto final y yo sabía cómo hacerlo entrar ahí, donde la realidad se vuelve fantasía, donde el control se pierde en el éxtasis y donde solo domina lo carnal. “Si juegas con fuego te puedes quemar” La frase perfecta para describir esta clase de asuntos, no es que yo sea malvada, pero he de admitir que para mí es un juego apagar y encender su calor y deseo, como una llama en una estufa a la que le subes o le bajas la intensidad y mientras sentía su respirar en mi cuello, el aire caliente que exhalaba de su boca, sabía que había algo que no cuadraba: Yo ni siquiera había empezado a sudar.

Sus labios se posaron sobre mi cuello y empezaron a ascender por mi rostro, su mano que estaba sobre mi espalda me atraía hacía él, hacía su cuerpo , mas al roce de su piel y mi piel no hubo sensación alguna, había algo mal ahí, quizá era el estilo tan libidinoso en que lo habíamos empezado, pero era demasiado excitante el descubrir hasta donde podía llegar con el miedo que lo inundaba, quizá era yo la que estaba mal al jugar a tener el control sobre él, al hacer que mis manos erizaran su piel al tacto, al tentarlo con mis labios y retarlo con la mirada, pero no puedo negarlo me divierte jugar con lo erótico de la situación, puede que sea algo pecaminoso, pero no me interesa en lo más mínimo, después de todo yo ya estoy en el infierno.

Y mientras su cuerpo cedía más y más ante el descontrol, sintiendo cada roce de piel, cada beso, cada tacto, quemándose en la pasión , el mío no reaccionaba, realmente, no sentía nada.

jueves, 16 de junio de 2011

Dédalo

La criatura me observaba de frente, o al menos una ilusión de la verdad, podía observar el humo rodeando la ilusión de ese monstruoso ser, el incinerante olor a azufre de su aliento, el fuego de su mirada y la furia de su espíritu. Un escalofrío recorrió mi espalda, intenté retroceder con suavidad pretendí evitar que la visión de la criatura me detectará al moverme, pero no conseguí controlarme a mí mismo y no logré más que huir.

Mi trémula respiración iba al compas de mis pies al chocar contra el lítico suelo, giré a la derecha un par de veces al verme de frente contra algún muro que interrumpiera mi paso, cual alma que es llamada por Hades recorría cada uno de los pasillos de aquel maldito laberinto de piedra, de aquella prueba insuperable; el minotauro, criatura desterrada del mismo Tártaro, acechaba desde el fondo de aquel terrible laberinto, de aquel lugar propio del averno.

Me detuve al fin recargándome con brusquedad en una de las frías paredes, mi pecho ascendía y descendía con velocidad, el miedo recorría mis entrañas, mi piel, erizada por el frio del húmedo lugar, temblaba penosamente. Las gotas que caían desde las estalactitas resbalaban por mi piel y caían al suelo con un color rojizo pues se mezclaban con la sangre de algunas heridas.

El rugido estruendoso de la bestia me hizo resbalar y caer al suelo, me levante con pesadez, temblando, el hambre y el frio comenzaban a hacer estragos sobre mí, maldecí por lo bajo por temor a que la criatura se enfadara, me recargue en mis rodillas con ambas manos, tosí con suavidad y después de un suspiro me reincorporé, salir de ese lugar era imposible, derrotar al minotauro era aun más difícil, pero solo esta ultima era mi salvación.

Caminé con lentitud a través de los pasillos recargando mi mano en sus gélidas paredes para guiarme, la niebla empezó a cubrir el lugar, tosí una vez más y me recargue de espaldas a la pared, me dificultaba mucho seguir al ya no poder ver el camino por el que iba, continúe caminando sin cambiar mi posición, temía caerme de nuevo realmente por miedo a no poder levantarme una vez más, o ser herido por otra de las trampas que cubrían el lugar como las flechas que me habían lastimado al poco tiempo de haber ingresado a la construcción.

Caminé dentro de la creación de Dédalo, me alimenté de restos de los demás desafortunados que habían perecido en aquel temible sitio, no es que tuviera un particular gusto por la carne humana, pero no pretendía perecer en aquel sitio de muerte, bebí las gotas que resbalaban por el rocoso techo, y descansé acurrucado en las esquinas de los pasillos, por lo que a mí me parecieron días, a veces cambiaba de un lugar lúgubre y nebuloso al lugar gélido y rocoso, y cambiaba de nuevo al anterior, en una simple vuelta, en un giro inesperado, en un movimiento torpe, todo cambiaba, lo que parecía ya conocer, el pasillo en el que había estado caminando se convertía en un lugar totalmente inexplorado para mí, como si las dimensiones estuvieran trastornadas, como si el lugar estuviese en mi contra, como si todo fuera una ilusión, más el paisaje básico era el mismo; rocas, agua, cráteres minúsculos, cadáveres, imágenes en las paredes, la niebla.

Alteraba mi mente cada instante pasado ahí, cobarde, ah, si no hubiese sido tan cobarde la criatura yacería y yo, ataviado entre laureles de gloria, sería galardonado con el más prestigiado honor de la ciudad, proclamado héroe y guerrero legendario, como Heracles o Perseo, una leyenda, pero había sucumbido ante el maldito temor que paralizaba mis movimientos, caí de rodillas apenado de mi impotencia ante el miedo, golpee la pared de roca con furia y grité el nombre de la bestia hacía el Olimpo.

Las paredes tronaron, y la construcción comenzó a temblar, ardían flamas a mí alrededor, la niebla comenzó a ceder hasta mostrarme aquel sitio de pesadilla, un puente colgante sobre un mar de fuego separaba la terrible sede del esperpento de mí, el honor y la victoria esperaban del otro lado junto al miedo y la muerte. Se mofaba de mí realidad, de pie esperando por mí, di un paso sobre el puente, nada ocurrió, las llamaradas seguían surgiendo del mar bajo el puente, las paredes alrededor temblaban, la risa del ser en eco recorría su hogar, la criatura frente a mí era más que una bestia, era el miedo tangible; su fisonomía, su estructura, sus rasgos, su porte, su simple presencia detenía mis movimientos y disminuía mis latidos y mi respiración.

Mi cuerpo petrificado se inclino ante la criatura, reverenciándola, descendió mi cabeza, devalué mi ser y esperé gratificado por la muerte, más esta nunca llegó, en su lugar el bramido del monstruo trituró mis oídos, me levanté tomando la vieja espada metálica con ambas manos y lanzando un grito colérico me abalance hacía la bestia, el valor cubrió mi ser por ese breve instante en que cerré mis ojos y dirigí el filo de la espada al pecho de aquel ser que se mofaba de mí debilidad, de mis temores, de mi simple humanidad, por ese segundo rompí la realidad en la que me hallaba y al sentir la sangre resbalar por mi espada mis ojos no se abrieron más.

lunes, 16 de mayo de 2011

Fragmento III

- Debería odiarte, debería odiarte por cada noche en vela que he pasado esperando por ti, por cada lagrima que he derramado sobre mi almohada, por cada plegaria no respondida, debería odiarte por aparecerte de pronto, ahora que siento que ya te he olvidado, ahora que he encontrado a alguien más, debería odiarte por esa sonrisa tan tuya que me enamora, por esa mirada hipnotizante, por esas palabras vacías que has susurrado a mi oído, porque sé que partirás al amanecer, debería odiarte pero no puedo, no puedo hacer otra cosa más que sentirme estúpida, porque no puedo dejar de sonreírte, porque no puedo dejar de preocuparme por ti, porque ahora, a pesar de todo lo que te he dicho, no puedo odiarte por la ansiedad que me causa el no verte y la felicidad que siento al escucharte. No, no puedo odiarte, porque odiarte sería aferrarme a ti, sería negar que te amo, y al mismo tiempo sería reafirmarlo, pero, simplemente, no puedo odiarte Michael –

- Rose… - Murmuró a mi oído mientras girábamos casi en el centro de la pista, su mano derecha permanecía en mi hombro mientras la izquierda tomaba mi cadera con suavidad, nos movíamos al compas de la música, una máscara cubría su rostro y un antifaz el mío, una lágrima se alcanzaba a apreciar resbalando por mi mejilla.

- No, no digas nada, sabes que si David te ve no dudará en matarte…- Posé mi dedo en sus labios silenciándolo, ambos sabíamos que era verdad y que él debía irse, pero él solo negó con la cabeza y fijo su mirada en mí. No podía negarlo, lo amaba, pero a fin de cuentas, él había decidido renunciar a lo que teníamos. – Yo te esperé, ¿Sabes?, esperé una señal tuya que me indicará que este amor no se había acabado, pero nunca llegó y yo simplemente no pude esperar más – Sus manos se aferraron a mi cuerpo y su mirada cayó al suelo, lo sentí sollozar.

- Perdóname, no te merezco… - Su voz sonó entrecortada, pero prosiguió – Tenía miedo de perderte, tenía miedo de no ser suficiente, de no merecerte, por eso me fui, perdona mi debilidad… - Sus manos cayeron a los lados de su cuerpo soltándome

- Si realmente me querías, ¿Por qué me dejaste ir?– Solté en un suspiro la pregunta y baje la mirada, sabía que no podía responderme, porque ni siquiera él la sabía, pero era la verdad, ¿Por qué si se dio cuenta de que me perdía, de que me cansaba de esperarlo, de que el fuego de mi corazón se iba apagando no me detuvo, por qué, simplemente, me dejó irme de él?, me giré y me dirigí a la puerta del gran salón, dio un paso hacia mí y se detuvo, la rabia se volvía a apoderar de mí, tantos sentimientos cruzados, el enojo de los pensamientos que se concentraban en mi cabeza, que gritaban furiosos por la verdad, y la sensación de dejarlo solo, de lanzarlo al vacio como lo había hecho conmigo, no podía evitar el simple hecho de sentir que de verdad llegaba a su fín.

sábado, 14 de mayo de 2011

Relato

Abrí mis ojos, un escalofrío recorría mi cuerpo, una memoria, una idea, una ilusión quizá, daba vueltas en mí mente, me incorporé con dificultad en mi cama y me estiré suavemente, un líquido frio tocó mis rodillas, algo no estaba bien en mi cuerpo, mire al espejo justo en frente de mi cama, mi rostro lucía bastante demacrado incluso más de lo acostumbrado, tenía algunos rasguños en la mejilla izquierda y el ojo derecho lucía inflamado, parecía haber tenido una de esas típicas peleas de bar en las que solía participar mucho últimamente.
Quite con suavidad las cobijas de mi cuerpo y no pude evitar sobresaltarme al ver mis manos cubiertas de sangre, eche a correr al baño y las enjuague deprisa, un rumor en mis oídos me hizo girar la cabeza hacia la puerta del pequeño closet de aquella desgastada habitación, me acerque con lentitud, mis manos aun tenían ese ligero color rojizo que la sangre deja al irse, no era mi sangre lo que había impregnado mi piel y mis ropas, debía ser algo más. Abrí con lentitud la puerta, realmente no había nada allí más que lo usual: unas cuantas prendas que habían pertenecido a mi hermano y a mi padre, algunas mías, una vieja foto familiar pegada en la puerta, el calzado tirado que no permitía el cierre correcto del armario y el recuerdo de mi huida de mi casa, aquella carta vieja y amarillenta que me recordaba la verdad de mi presente.
Suspiré resignado y regresé a sentarme a mi cama, coloque mis manos alrededor de mi cabeza y cubrí mis ojos con ellas sin ver más el cuarto que alquilaba para vivir; era pequeño, compuesto por una cama, un armario, un par de buros, un baño completo y una pequeña cocina, lo esencial para mi supervivencia. Levante el rostro y miré mis manos, seguían teñidas con aquella sangre desconocida, me incorporé y fui al baño, debía eliminar ese terrible color y olor a muerto de mi, fijé mi rostro en el espejo examinando mis rasgos faciales, tomé un par de píldoras que descansaban junto a la llave y las trague a secas, eso me reanimaría, salí del cuarto y me encaminé a la calle, pero algo me detuvo en la callejuela, una memoria, una evocación de un recuerdo, la sangre que teñía mi piel y mi alma, el crimen cometido, el asesinato efectuado, mi pecado realizado.

domingo, 24 de abril de 2011

El fín de lo que alguna vez fue

Cerré mis ojos, no volvería a sentir el roce de su piel en la mía, el calor de sus labios en los míos, sus brazos rodeando mi cuerpo y estrechándome contra su pecho, el latir de su corazón, aquellos momentos se fragmentaban en mi memoria, resbalaban por mis mejillas y desaparecían al caer súbitamente sobre la almohada, su risa insensata y torpe que solía escuchar bajo la sombra de un árbol mientras la brisa nos golpeaba ligeramente se disipaba en mis oídos, el sabor amargo de sus labios se extinguía de mi boca y en su lugar el suave sabor de la bebida se colocaba.

Tantas palabras dichas y calladas, tantas promesas faltas de cumplir y realizadas, tanta risa, tanto llanto, tantos sentimientos encontrados, la luz de nuestros ojos al verse fijamente, la llama que se encendía en mi pecho al verle aparecer, la ansiedad de querer saber que pasaba por su mente al verme, la angustia de no entender su manera de pensar tan contraria a la mía y la tranquilidad que esto me traía a la vez.

Todo desaparecía de pronto, al abrir mis ojos ya no había nada ahí, mire hacia mis paredes, vagos recuerdos existían en ella, pero ya no dolían más, ya no había tal sentimiento, tomé cada una de las cosas que me recordaban el dolor, las tome entre mis manos y esboce una pequeña sonrisa mientras las guardaba en una caja, no podía evitarlo ya, no podía seguir engañándome a mí misma, era tiempo de seguir.

Una vez escuche una frase que decía “Querer a alguien también significa saber dejarlo ir”, me he decidido a aplicar por fin esto, no volveré a hablar de este tema, no esperaré un mensaje, una llamada, una señal de que aun hay algo para mí en ti, no indagaré en aquellas canciones que solíamos cantar alguna frase oculta que me diga que volverás, no releeré las cartas que recibía atrapada en la idea de que solo es un sueño y que pronto acabará, no buscaré ansiosa en tu mirada una luz que me negué la verdad ni esperaré escuchar aquellas palabras que sé jamás dirás, no lo haré más.

De cualquier manera sabes que te apoyaré si llegas a necesitarme pero ahora decido seguir, sé que estarás bien, sé que no soy necesaria en tu vida, sé que antes de mí estabas bien y que eso no cambiará, sé que seguirás siendo la misma persona que conocí, sé que habrá más personas en tu vida, sé que la sonrisa de tus labios no se borrará ni tu personalidad cambiará, sé que al final todo seguirá como era antes porque así se ha decidido, y ¿Quién sabe? quizá nuestros caminos se vuelvan a cruzar de esa manera o quizá sea el momento de decir adiós, al final, solo queda continuar.

miércoles, 13 de abril de 2011

Fragmento II

Atravesó su pecho con rapidez, un último suspiro exhalaron sus labios, sus ojos se cerraban con lentitud mientras su cuerpo caía hacia atrás por el impacto del golpe, un hilo de sangre resbaló por su barbilla, él solo podía observar como sus sueños morían con ella.

Sus manos se enlazaron por primera vez en aquella tarde de otoño, bajo aquel árbol de flores rosas que con el viento caían a su alrededor, han pasado tanto juntos, amigos cercanos, amantes ocultos, él siempre la ha querido, ella de igual manera, pero solo amigos.

Ella aferrada a su cuerpo, él abrazándola, calmándola, queriéndola, ella con el profundo dolor que en su pecho nacía aferrando su vida en él, entregándose a él, evadiendo su dolor con su amor.

Caminaron a través de la oscura calle, solos ella y él, la luna resplandecía sobre ambos, debían buscar un refugia, ella sollozaba sin cesar, él prefería sufrir en silencio, debía ser fuerte para ella.

Los galopes acelerados y las armas de fuego sonaban a lo lejos, no debían ser vistos, ella recostada sobre un trozo de cartón recargada en su pecho, él acariciando su cabello, atento a cualquier sonido extraño, perdiéndose en ella mientras el sueño se apoderaba de él y la noche cubría su tiempo.

Gritos de dolor y angustia a su alrededor, el sonido de los caballos al trotar, de las armas al disparar, de los cuerpos al caer, de la risa desatada de quien ha arrebatado una vida. Ella tiritando y él valiente murmurando palabras de consuelo a sus oídos.

Otra noche más, una estación de tren, el hambre y cansancio han hecho estragos en ella, él se mantiene firme, buscando una esperanza. La luna ha desaparecido del cielo que cubre a ambos, ella tose un poco, él la abrazaba contra su pecho y suelta un suspiro melancólico.

Varios pasos se escuchan, los han encontrado, él besa su frente, ella abre sus ojos y mira los de él, no podrán correr más, una lágrima resbala por su mejilla, él solo la mira y camina hacia el andén dejándola en una banca. Ellos ya han aparecido, sus armas les apuntan con odio, él los enfrenta, ella lo mira con ojos lastimeros y vuelve a toser.

El silencio se rompe en el aire, el disparo suena retumbando en los oídos de ambos, él cierra sus ojos y ella solo logró dejar una lágrima caer.

jueves, 31 de marzo de 2011

A un amigo perdido...

Esta entrada fue escrita el 28 de Marzo, y es ahora subida, quizá demasiado tarde, sin embargo, era necesario hacerlo, aunque espero que esto no cause molestia alguna. Solo es una manera de expresar como me siento, y, a lo mejor, ya no tenga importancia alguna.

“Hola mi buen amigo, ¿Cómo has estado? Quizá ahora mejor que antes, dime mi amigo, aún recuerdas aquellos instantes en que tomados de la mano entonábamos una canción que significaba algo para ambos o ya lo has olvidado, puede ser que entre la ferocidad y tensión de la vida aquellos cantos se hayan perdido en la memoria, pero me gusta creer que no es así, que a pesar de los terribles momentos que han surgido y de todo el daño que nos hemos hecho siguen ahí. Como la canción marcaba, ¿Lo recuerdas mi buen amigo? “Solo quedarán los buenos momentos de ayer, que fueron de los dos” si, solo tuyos y míos, esas sonrisas, esos llantos, esas palabras, esos abrazos, esos saludos…

Tantas cosas vividas mi amigo y me perdonaras si dada la situación me atrevo a recitarte algo de Becker, pero no debo olvidar ningún detalle más:
“Alguna vez le encuentro por el mundo
y pasa junto a mí
y pasa sonriéndose, y yo digo: -¿Cómo puede reír? –
Luego asoma a mi labio otra sonrisa,
mascara de dolor,
y entonces pienso: -¡Acaso se ríe como me río yo!”


Así es mi amigo, te he visto ser feliz y espero sea de verdad, espero que la sonrisa de tus labios no se borre jamás, que la sonora carcajada que retumba en mis oídos sea sincera, que rías con ellos lo que yo no reí contigo. Y entonces, al verte feliz pienso “No me necesita en verdad, así es más feliz” y mi mundo se nubla por unos instantes, mientras me trago el dolor de saber lo que perdí y te miro solo ser feliz.

Soy sincera en este escrito mi buen amigo, soy sincera en cada palabra dicha a ti, después de todo ¿Cómo mentirle a la buena amistad? Quizá de la misma manera en que falsas miradas de odio evadimos la realidad mi amigo, o al menos yo lo hago así, quizá para ti, ya sea esa tu realidad.

Tantas dagas clavadas en el alma contraria, tantas heridas hechas en el espíritu y en el ser de un igual, de un aliado, de un compañero, de un amigo. Tanta confusión que ciega la vista y cierra la mente, tanta amargura y momentos perdidos y todo por orgullo mi querido amigo, todo por orgullo.

No te mentiré mi amigo, y disculpa si alguna palabra escrita ofende a la lectura que se pueda dar a esto, al decir que te extraño como a alguien a quien has perdido ya del todo, quizá sea así, quizá el daño hecho sea ya irreparable, pero no retrocederé al hablar de lo difícil que ha sido en realidad.

No puedes culparme del todo a mí, mi buen amigo, pero si puedes soltar en mí la mayoría de la culpabilidad, no la rechazaré y bien valdría disculparme por tal aspecto, pero para este instante un perdóname no debe tener valor alguno.

Sin embargo, mi amigo, te vez más tranquilo ahora y a lo mejor sea lo correcto no mover nada más de lo ocurrido, pero la verdad es que ya lo he perdido todo, y perdona si el drama se mete en esto, pero solo busco apagar un poco el dolor de mi corazón. Aunque de nada valga ya, sé que no es tu responsabilidad y no pido que aceptes lo que una persona como yo te pueda pedir o que te sientas con el deber de perdonar los errores que me han llevado a esto, no lo merezco en realidad…

Solo espero que encuentres la felicidad que buscas y espero no olvides jamás aquello momentos que vivimos juntos, aunque sea el instante y no la persona con la que lo compartías, y lamento mucho que ahora seas mi amigo perdido…

sábado, 29 de enero de 2011

Aniversario

          Se detuvo al llegar a la estación, había sido un concierto agitado y su corazón palpitaba fervientemente, el viejo reloj marcaba las diez menos cinco y el tren se mantenía listo para salir a las diez, temblaba un poco, cubierta tan solo por la gabardina negra que su madre le había obsequiado, pronto subió al tren y se encaminó al lugar asignado, una sombra nubló su vista y sintió su cuerpo caer al suelo, subió la mirada y encontró a alguien ofreciéndole la mano, sonreía ruborizado y se disculpaba a cada instante, pero su mirada era dulce y cautivadora.


No podía parar de reír, había algo en esa persona que simplemente la hacía sentirse tranquila, no se había quedado perdida en sus pensamientos como solía hacerlo al viajar en tren, no había sollozado de nuevo al recordar aquellos tristes sucesos que habían afectado su vida, se había olvidado del dolor que la había atormentado por tanto tiempo, con solo verlo sonreír la paz la cubría, y para él, verla sonreír era como un sueño, tenían parecido en ciertas cosas y muchas diferencias en otras, pero, eran simplemente fascinantes el uno para el otro.

          Una vez más tocaba con gran finura cada una de las teclas, el auditorio las recibía junto con el eco que producía el lugar, cada una de aquellas notas expresaba algo más que lo escrito en papel, cada una de ellas era un sentimiento, una palabra, un objeto y, cada melodía, una historia que sentía en su alma. Las palmas de los presentes se mantenían en su mente mientras caminaba hacia la estación, una voz la hizo girar y de nuevo se encontró con esa sonrisa cálida y torpe.

Parecía distraído y calmado, se mostraba decidido y titubeante al mismo tiempo, fijaba su mirada en la de ella mientras hablaban, como si ella fuera lo único que existiera, sonrío ruborizándola, sus facciones eran firmes y cálidas, su piel almendrada y sus ojos café oscuros, profundos y sinceros, se puso de pie y partió a su hogar. Su rostro se mantuvo en su mente. Él la vio partir, era extraña, cambiante, pero a la vez tan dulce que simplemente lo hacía seguirla con la mirada cada vez que se alejaba.

          La suave melodía del instrumento se había transformado en un sonido tenso que rasgaba el penumbroso silencio del salón, el ambiente era frio y desolado, y mientras la desesperanza rodeaba su corazón, el piano parecía llorar en la oscuridad junto a ella. Unos pasos sonaron detrás de ella, amortiguados por el dolido sonido de las teclas. Se detuvo a poco de ella confundido y feliz a la vez, ella lo vio fijamente a los ojos, se notaba cansancio y tristeza en la mirada de ella y él no pudo evitar abrazarla, sabía que no debía, no eran similares, para él, ella era una diosa, una musa, la inspiración ante él, y él no sabía que pensar de sí mismo, ella no lo aceptaría a él.

          Sus dedos recorrían las teclas con suavidad, apenas rozándolas, sus manos como las de un titiritero movían los hilos de la melodía que ahora tocaba tan solo para él, sus cabellos se mecían al unisonó como siguiendo al viento, tan solo su mirada en ella se posaba, sus labios murmuraron un "te quiero" a su oído y sus manos con delicadeza recorrían los brazos de ella, dos copas de vino esperaban ansiosas sobre el piano, y junto a ellas una nota mostraba su felicidad, mientras juntos entonaban una melodía que iniciaba con un
- Tu y Yo…

martes, 11 de enero de 2011

Mi soledad y yo

Miraba por la ventana mientras el tren se alejaba de la estación con lentitud, la lluvia caía con fuerza sobre el cristal; las pequeñas gotas golpeaban intermitentemente el vidrio y formaban una serie de imágenes amorfas de agua que, en algunas ocasiones, deformaban la visión del panorama que se veía ante mí, aquel paisaje nocturno con una gran luna llena opacada por las nubes de tormenta que cubrían el cielo y las montañas que se mostraban alrededor me recordaban mi soledad, lentamente el cristal se fue empañando y mis ojos se fueron cerrando mientras el movimiento del tren me mecía con suavidad.


-Perdóname – Murmuró al final mientras cerraba la puerta detrás de él con su maleta en la mano.

Yo me quedé ahí, tan solo viéndole partir, no podía hablar con él, no podía mencionar un “no te preocupes, no importa, habrá más tiempo” o algo así porque no me serviría de consuelo, él debía irse, ella lo esperaba y yo, yo no era nadie para retenerlo, baje mi cabeza y me senté en la cama, debería odiarle, por cada momento en que se ha ido, por cada instante en que, por más que le ruegue debe partir, por cada historia sin principio, por cada platica sin final, por cada instante no vivido y sobre todo, por cada ilusión rota, debería odiarle por hacerme quererle demasiado para luego partir así, por hacerme extrañarle tanto que con solo saber que lo veré sentirme feliz, por hacerme sonreír en el peor momento, por ser simplemente como es; tonto, distraído, simple, bondadoso, carismático, amable, caballeroso, dulce, tierno, comprensivo… Pero no podría odiarle, a pesar de cada pequeño detalle, de cada defecto, me sería imposible odiarle.

¿Me habría olvidado ya?, la lluvia caía con pesar sobre Madrid y, a pesar del frio, al cerrar mis ojos, podía sentir sus cálidos labios, y sus abrazos, su presencia a mí lado, el latir de su corazón, la mirada en sus ojos, pensaba en nuestro encuentro, más al abrir mis ojos solo estaba mi soledad junto a mí.

Nuestras miradas se encontraron por un instante, el tiempo pasaba con lentitud debajo de la lluvia, por tanto tiempo espere tu llamada, por tanto tiempo planee tal encuentro, pero no te entretendré más, sé que te está esperando alguien y que te ha dicho que no tardes. Mi mirada bajó con suavidad al ver tus ojos cristalinos, yo ya no era parte de tu vida, y ella te esperaba impaciente.

-Solo un último favor te pido antes de marcharme, dile que te cuide mucho ¿Me prometes que lo harás? - Me di la vuelta y partí sin esperar tu respuesta, no debías verme llorar, ahora estarás mejor sin mí, vuelve pronto te esperamos mi soledad y yo…


Off: Creo que esta entrada esta muy extraña, pero es en base a una canción que me gusta bastante y por ende, tiene trozos de esa canción.