viernes, 22 de junio de 2012

Prisión parte 1.

-¡Libertad!, ¡Vida! – El eco retumbaba en el paso de la montaña, pronto pude notar como varios rostros se asomaban tras las piedras que daban inicio al cañón y sobre las rocas que lo conformaban, los pobladores y los aldeanos me observaban, los primeros asustados y los segundos recelosos, no era la primera persona en hacer esto pero el tono de mi voz no era imperativo.

Desde las paredes del cañón los arqueros me apuntaban con fiereza, me detuve y una de las flechas paso rozando mi mejilla derecha. – Por favor, ¡Igualdad!, ¡Humanidad! – Al fin se asomó su rostro, tras de mí los habitantes del pueblo me veían aterrados, pero él me veía con seriedad.

El anciano, líder de la tribu, caminó hacia mí y otra flecha voló estrellándose tras de mí en el suelo, mantuve la mirada fija hacía él. –Por favor, hay que detener los sacrificios, todos somos humanos – Varias personas ya habían intentado dialogar con los aldeanos, pero el problema recaía en la altanería de su voz. –Entiendo su posición, pero ustedes son nuestros antecesores, gracias a ustedes nosotros tenemos donde vivir y ustedes merecen mantener ese lugar, merecen lo mismo que nosotros – Ahora la mirada de los pobladores se había tornado horrorizada mientras él me escudriñaba buscando la falsedad en mis palabras, pero no había engaño en lo que decía; las constantes peleas ya habían cobrado demasiadas vidas, y los sacrificios en nombre de la paz habían costado a tantos seres ajenos a su lucha: mi madre, mi hermano y, la pérdida más dolorosa para mi, Daniel.

-Por favor, no más sacrificios – Un par de hombres altos y musculosos salieron de la oscuridad, quizá, al igual que muchos otros individuos antes, sería llevada a la cueva, pero al menos podría verlo una vez más, ambos hombres me tomaron de los brazos y sin esfuerzo alguno me levantaron y me llevaron en la dirección en la que habían aparecido, di un último vistazo a los pobladores, el rostro de mi padre mostraba el temor y la tristeza de los demás, la agonía, le sonreí suavemente mientras me desvanecía en la oscuridad.