miércoles, 29 de agosto de 2012

Prisión parte 4.


Caí de rodillas frente a la cueva que se había llevado a mi Daniel, el anciano-lider me había permitido acercarme ahí cruzando la tribu y rodeando el paso de la montaña, algunos habitantes de la tribu me veían con lastima, ahora sollozaba de un modo patético murmurando su nombre.

El anciano-lider se posó tras de mí de pie y me explicó que dentro de esa cueva había comida y agua suficiente para alimentar a muchas personas y que no había nada que retuviese allí a los prisioneros, que todo era causado por la oscuridad –La oscuridad trastorna la mente y juega con los sentidos – Había pronunciado en un tono leve y yo con un asentimiento aun más leve le había respondido: - Eso no traerá de vuelta a Daniel -.

El anciano se había ido sin decir palabra alguna mientras yo me quedaba pensando en la voz de Daniel gritando mi nombre al morir y en la posibilidad que había tenido de salvarlo, y a pesar de haber pasado días de esto ahora era cuando sentía la agonía de su perdida.

-Sígueme – La voz suave de una mujer me llamó, me puse de pie atolondrada y la seguí hasta una cabaña hecha de grandes hojas de árbol, matorrales y pequeño maderos cilíndricos, la cortina de hojas me permitió el paso, la suave luminosidad del día alumbraba la habitación permitiendo el paso de los rayos solares.

Dentro de la choza, sobre un par de hojas de banano y cubierto por ciertas hierbas, un hombre yacía respirando con tranquilidad y observándome, caí de rodillas a su lado, su ojo izquierdo lo cubría una planta medicinal amarillenta y al sentir el tacto de su mano sobre la mía lo entendí, era él.. Mi tierno y dulce Daniel.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Prisión parte 3.

Daniel, mi amado y dulce Daniel. No odiaba a los aldeanos por ello, entendía la postura defensiva que habían mantenido hacia nosotros, ellos poseían piedras y rocas necesarias para construcciones y otras cosas, hierbas, plantas y frutos que podían ser usadas como alimento y medicina, y custodiaban el paso de la montaña donde animales cruzaban hacia el rio y donde abundaban las piedras preciosas. Nosotros, por otra parte, poseíamos flores y hierbas que ellos necesitaban, madera de los arboles que crecían alrededor del poblado, peces y otros alimentos de los que ellos carecían y, el pueblo había sido construido junto al rio, por lo cual era el único acceso directo hacia él.

Daniel era herbólogo, amaba las plantas y le fascinaban, era algo que compartía exclusivamente con su padre, y había sido un error de este ultimo lo que le había costado su libertad a Daniel; en su fascinación por las plantas había encontrado una especie extraña que crecía cerca del paso de la montaña, sin embargo Samuel, su padre, no se había conformado con poder observar a esa extraña especie sino que, ingresando al cañón, había descubierto nuevos e increíbles especímenes y en su cautivación y deseo por estudiarlos no logró notar a los aldeanos que recelosos lo veían y que empezaron a acecharlo al arrancar esas plantas.

Samuel, con los nuevos especímenes en la mano, se dirigió al pueblo lo más rápido que pudo con varios aldeanos detrás, la queja era simple, Samuel era un ladrón y al romper la ley de paz la condena era el sacrificio, sería llevado a la cueva donde, pasado en tiempo, perdería la vida, pero mi dulce Daniel pagó la avaricia de su padre yendo en su lugar. Samuel se suicidó un par de días después, y ahora había perdido a Daniel también.

La noticia podía resumirse de la siguiente forma: Rodrick, uno de los prisioneros que ahora era libre había confesado el crimen. Daniel había quedado infectado del ojo izquierdo debido a la humedad y otras cosas extrañas que había dentro de la cueva y en la total oscuridad él y otros treinta prisioneros, entre ellos Rodrick, apenas lograban mantenerse con vida alimentándose de lo que podían hallar.

La noche previa a la liberación, Daniel y Rodrick habían discutido; Daniel había encontrado suficiente comida para los prisioneros que quedaban, pero Rodrick no deseaba compartirla, solo él debía comer, nadie más, tomó una de las piedras que había estado tallando y se lanzó contra Daniel.

A través de la total oscuridad, sólo su grito furibundo y un suave lamento se escucharon, nadie reconoció a la víctima o al agresor y nadie se había enterado de la sucedido; Rodrick había apuñalado nueve veces en el pecho a Daniel después de golpearlo en el rostro algunas más, y ante el terrible ataque de Rodrick solo un nombre había surgido de sus labios mientras la sangre dejaba su cuerpo: “Alma”.

Y a pesar de la suplica actual que Rodrick hacia por perdón eso no iba a cambiar las cosas, aunque quizá yo era la única interesada en la terrible realidad… Daniel estaba muerto.