domingo, 24 de abril de 2011

El fín de lo que alguna vez fue

Cerré mis ojos, no volvería a sentir el roce de su piel en la mía, el calor de sus labios en los míos, sus brazos rodeando mi cuerpo y estrechándome contra su pecho, el latir de su corazón, aquellos momentos se fragmentaban en mi memoria, resbalaban por mis mejillas y desaparecían al caer súbitamente sobre la almohada, su risa insensata y torpe que solía escuchar bajo la sombra de un árbol mientras la brisa nos golpeaba ligeramente se disipaba en mis oídos, el sabor amargo de sus labios se extinguía de mi boca y en su lugar el suave sabor de la bebida se colocaba.

Tantas palabras dichas y calladas, tantas promesas faltas de cumplir y realizadas, tanta risa, tanto llanto, tantos sentimientos encontrados, la luz de nuestros ojos al verse fijamente, la llama que se encendía en mi pecho al verle aparecer, la ansiedad de querer saber que pasaba por su mente al verme, la angustia de no entender su manera de pensar tan contraria a la mía y la tranquilidad que esto me traía a la vez.

Todo desaparecía de pronto, al abrir mis ojos ya no había nada ahí, mire hacia mis paredes, vagos recuerdos existían en ella, pero ya no dolían más, ya no había tal sentimiento, tomé cada una de las cosas que me recordaban el dolor, las tome entre mis manos y esboce una pequeña sonrisa mientras las guardaba en una caja, no podía evitarlo ya, no podía seguir engañándome a mí misma, era tiempo de seguir.

Una vez escuche una frase que decía “Querer a alguien también significa saber dejarlo ir”, me he decidido a aplicar por fin esto, no volveré a hablar de este tema, no esperaré un mensaje, una llamada, una señal de que aun hay algo para mí en ti, no indagaré en aquellas canciones que solíamos cantar alguna frase oculta que me diga que volverás, no releeré las cartas que recibía atrapada en la idea de que solo es un sueño y que pronto acabará, no buscaré ansiosa en tu mirada una luz que me negué la verdad ni esperaré escuchar aquellas palabras que sé jamás dirás, no lo haré más.

De cualquier manera sabes que te apoyaré si llegas a necesitarme pero ahora decido seguir, sé que estarás bien, sé que no soy necesaria en tu vida, sé que antes de mí estabas bien y que eso no cambiará, sé que seguirás siendo la misma persona que conocí, sé que habrá más personas en tu vida, sé que la sonrisa de tus labios no se borrará ni tu personalidad cambiará, sé que al final todo seguirá como era antes porque así se ha decidido, y ¿Quién sabe? quizá nuestros caminos se vuelvan a cruzar de esa manera o quizá sea el momento de decir adiós, al final, solo queda continuar.

miércoles, 13 de abril de 2011

Fragmento II

Atravesó su pecho con rapidez, un último suspiro exhalaron sus labios, sus ojos se cerraban con lentitud mientras su cuerpo caía hacia atrás por el impacto del golpe, un hilo de sangre resbaló por su barbilla, él solo podía observar como sus sueños morían con ella.

Sus manos se enlazaron por primera vez en aquella tarde de otoño, bajo aquel árbol de flores rosas que con el viento caían a su alrededor, han pasado tanto juntos, amigos cercanos, amantes ocultos, él siempre la ha querido, ella de igual manera, pero solo amigos.

Ella aferrada a su cuerpo, él abrazándola, calmándola, queriéndola, ella con el profundo dolor que en su pecho nacía aferrando su vida en él, entregándose a él, evadiendo su dolor con su amor.

Caminaron a través de la oscura calle, solos ella y él, la luna resplandecía sobre ambos, debían buscar un refugia, ella sollozaba sin cesar, él prefería sufrir en silencio, debía ser fuerte para ella.

Los galopes acelerados y las armas de fuego sonaban a lo lejos, no debían ser vistos, ella recostada sobre un trozo de cartón recargada en su pecho, él acariciando su cabello, atento a cualquier sonido extraño, perdiéndose en ella mientras el sueño se apoderaba de él y la noche cubría su tiempo.

Gritos de dolor y angustia a su alrededor, el sonido de los caballos al trotar, de las armas al disparar, de los cuerpos al caer, de la risa desatada de quien ha arrebatado una vida. Ella tiritando y él valiente murmurando palabras de consuelo a sus oídos.

Otra noche más, una estación de tren, el hambre y cansancio han hecho estragos en ella, él se mantiene firme, buscando una esperanza. La luna ha desaparecido del cielo que cubre a ambos, ella tose un poco, él la abrazaba contra su pecho y suelta un suspiro melancólico.

Varios pasos se escuchan, los han encontrado, él besa su frente, ella abre sus ojos y mira los de él, no podrán correr más, una lágrima resbala por su mejilla, él solo la mira y camina hacia el andén dejándola en una banca. Ellos ya han aparecido, sus armas les apuntan con odio, él los enfrenta, ella lo mira con ojos lastimeros y vuelve a toser.

El silencio se rompe en el aire, el disparo suena retumbando en los oídos de ambos, él cierra sus ojos y ella solo logró dejar una lágrima caer.