viernes, 7 de mayo de 2010

En un mundo perfecto

En un mundo perfecto, todo sería distinto…

Al decir todo es en verdad todo, no solo algunos fragmentos de cosas, no solo aquellas partes desagradables del planeta, si no también aquellas injustas, aquellas viles, malvadas, aquellas que hieren, que entristecen y nublan el alma, aquellas en que los antivalores dominan y para sobrevivir debes ser cruel, debes fingir, debes sacrificarte… Sí, todo sería distinto.

En un mundo perfecto, la gente reiría con facilidad; quizá no por algo realmente divertido, quizá simplemente por la tranquilidad de no sentir algo mas a tu alrededor, de no tener la paranoia típica de las urbes.

En un mundo perfecto, los niños correrían sin parar, sin preocuparse por algo, por morir, por ser atropellados, por ser secuestrados, reirían y juguetearían de un lado al otro sin detenerse al ver a una persona atemorizados por el peligro, tomarían helado sin preocuparse por intoxicarse, irían al parque sin la preocupación de encontrarse a alguna persona que pueda dañarlos.

En un mundo perfecto, las tareas tendrían algún sentido, no serian simplemente para obtener puntos extras o por una calificación, serian algo mas, pues la educación estaría estructurada de otro modo; no estaría destinada a hacer que los estudiantes aprenderían, más bien, los enseñaría a comprender.

En un mundo perfecto, la justicia sería más que un concepto, tendría algún valor, algún significado, sería una realidad, no solo una palabra. Sería algo valido, algo que no se quebrantara por otros términos, por otras creencias, por simples frases.

En un mundo perfecto, el dinero no tendría más valor que una vida, sería tan solo un trozo de papel plastificado, no el equivalente a la “felicidad”. La gente no mataría por él, no robaría, no mentiría, porque en realidad, no valdría nada.

En un mundo perfecto, no habría problemas raciales; la gente se saludaría con el típico “hola” sin importarle el color de piel, sin importarle las creencias del otro estrecharían su mano con una sonrisa, sin importar su edad o su género caminarían lado a lado platicando sobre cualquier cosa a su alrededor, un estadounidense y un latino se darían un apretón de manos riendo al platicar de lo tranquilo del clima.

En un mundo perfecto, los animales serian lo que son, seres vivos igual que nosotros, no como algunos los ven, simples bestias, juguetes, entretenimiento burdo y salvaje; no habría corrida de toros, ni pelea de gallos o perros, tampoco cacería ni pesca por “deporte” y diversión. Habría tranquilidad entre razas y especies.

En un mundo perfecto, la familia seria tal y como se espera que sea, siempre apoyándose, siempre unidos, sin peleas entre primos, sin problemas entre parejas, sin vergüenza entre abuelos y nietos, sin recriminaciones y prohibiciones tontas entre padres e hijos, sin odio entre hermanas, solo respeto y apoyo, siempre apoyo, sin importar que no creas en lo que ellos creen, que no seas lo que ellos quieren, que no busques lo que ellos quieren encontrar, que no tengas sus mismas prioridades.

En un mundo perfecto, la amistad no sería un juego, sería algo real, algo basado en la lealtad, en la confianza, en la comunicación, en ver algo más que el bien propio, en ser eterna, en no fingir, ser real, sin mascaras. Simplemente basado en la realidad, sin prejuicios.

En un mundo perfecto, los amantes sonreirían sin preocuparse por que les ocurra alguna tragedia shakespeariana o griega, pensando tan solo en su futuro, en el cariño de uno con otro, sin temer por el agrado de sus padres, sin tener que esconderse al no sentirse de la categoría para estar con esa persona, sin preocuparse por ser separados de un momento a otro por la decisión ajena de un familiar, por los problemas del lugar, por la influencia de los amigos, por la transformación del fuego en cenizas, porque en este mundo esa palabra de verdad significaría algo, de verdad seria amor.

Si, en un mundo perfecto, todo sería distinto, quizá por un lado sería mejor, aunque tal vez vivir a la espera de lo esperado no sea la mejor forma de vivir, quizá ante tal monotonía uno terminaría por aburrirse, aun así, hay veces en que desearía, aunque fuera por un instante, que una fracción del mundo fuera perfecto.

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