Daniel,
mi amado y dulce Daniel. No odiaba a los aldeanos por ello, entendía la postura
defensiva que habían mantenido hacia nosotros, ellos poseían piedras y rocas
necesarias para construcciones y otras cosas, hierbas, plantas y frutos que
podían ser usadas como alimento y medicina, y custodiaban el paso de la montaña
donde animales cruzaban hacia el rio y donde abundaban las piedras preciosas.
Nosotros, por otra parte, poseíamos flores y hierbas que ellos necesitaban,
madera de los arboles que crecían alrededor del poblado, peces y otros
alimentos de los que ellos carecían y, el pueblo había sido construido junto al
rio, por lo cual era el único acceso directo hacia él.
Daniel
era herbólogo, amaba las plantas y le fascinaban, era algo que compartía exclusivamente
con su padre, y había sido un error de este ultimo lo que le había costado su
libertad a Daniel; en su fascinación por las plantas había encontrado una
especie extraña que crecía cerca del paso de la montaña, sin embargo Samuel, su
padre, no se había conformado con poder observar a esa extraña especie sino
que, ingresando al cañón, había descubierto nuevos e increíbles especímenes y
en su cautivación y deseo por estudiarlos no logró notar a los aldeanos que
recelosos lo veían y que empezaron a acecharlo al arrancar esas plantas.
Samuel,
con los nuevos especímenes en la mano, se dirigió al pueblo lo más rápido que
pudo con varios aldeanos detrás, la queja era simple, Samuel era un ladrón y al
romper la ley de paz la condena era el sacrificio, sería llevado a la cueva
donde, pasado en tiempo, perdería la vida, pero mi dulce Daniel pagó la
avaricia de su padre yendo en su lugar. Samuel se suicidó un par de días
después, y ahora había perdido a Daniel también.
La
noticia podía resumirse de la siguiente forma: Rodrick, uno de los prisioneros
que ahora era libre había confesado el crimen. Daniel había quedado infectado
del ojo izquierdo debido a la humedad y otras cosas extrañas que había dentro
de la cueva y en la total oscuridad él y otros treinta prisioneros, entre ellos
Rodrick, apenas lograban mantenerse con vida alimentándose de lo que podían
hallar.
La noche
previa a la liberación, Daniel y Rodrick habían discutido; Daniel había
encontrado suficiente comida para los prisioneros que quedaban, pero Rodrick no
deseaba compartirla, solo él debía comer, nadie más, tomó una de las piedras
que había estado tallando y se lanzó contra Daniel.
A través
de la total oscuridad, sólo su grito furibundo y un suave lamento se
escucharon, nadie reconoció a la víctima o al agresor y nadie se había enterado
de la sucedido; Rodrick había apuñalado nueve veces en el pecho a Daniel
después de golpearlo en el rostro algunas más, y ante el terrible ataque de
Rodrick solo un nombre había surgido de sus labios mientras la sangre dejaba su
cuerpo: “Alma”.
Y a
pesar de la suplica actual que Rodrick hacia por perdón eso no iba a cambiar
las cosas, aunque quizá yo era la única interesada en la terrible realidad…
Daniel estaba muerto.
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