martes, 10 de julio de 2012

Prisión parte 2.

Abrí mis ojos esperando la oscuridad pero no fue así; una chimenea iluminaba la habitación, era un cuarto pequeño construido con piedra volcánica y madera de los árboles que crecían en la cima, el anciano estaba ahí junto a otros cuatro aldeanos que me observaban fijamente, hincados y sosteniendo unas tazas de barro de las cuales salía humo.

Empezaron a interrogarme y yo conteste sin despegar mi mirada de la del hombre que tenía enfrente, entonces llegó mi turno de hablar, mi voz era firme y suave y mientras hablaba podía sentir como otros aldeanos se reunían alrededor de la pequeña choza asomándose en los orificios de esa habitación.

-Vete- Dijo el anciano señalándome la salida después de horas de hablar, volví al puebla atolondrada sin entender porque me paseaba entre las calles en lugar de estar atrapada en una cueva oscura, lo vítores de la gente empezaron y en segundos mi padre me estrechaba contra su pecho, la gente lanzaba preguntas una tras otra, yo era una superviviente.

Pasados algunos minutos, y después de que habían hecho una celebración en el pueblo, un silencio sepulcral cubrió todo, el anciano caminaba en dirección mía junto al menos una docena de aldeanos, se detuvo a pocos centímetros de mi, una mueca extraña, similar a una sonrisa se formo en si rostro – En cinco días serán liberados de la cueva – Mi mirada se iluminó y en un leve susurro agradecí, entonces el anciano levanto el rostro y pronunció para todos los pobladores un discurso sobre una nueva era de apoyo entre los aldeanos y ellos y al finalizar, junto con el alcalde, partieron a una cabaña para firmar un tratado ecuánime.

Los días pasaron, los pobladores ansiosos esperábamos en la entrada del cañón una señal, pronto logramos distinguir los rostros desesperados y atemorizados de los prisioneros que corrían hacia nosotros; madres abrazaron a sus hijos, hermanos y padres recibieron a sus familiares. – ¡Daniel! – Mi grito sonó en el cañón pero sin respuesta alguna más que el eco de mi propia voz, una tras otra vez, buscando su rostro y gritando su nombre - ¡Daniel! – Esquivando a las personas que se abalanzaban para recibirlos y a los prisioneros que huían despavoridos de su encierro - ¡Daniel! – Pero jamás lo vi.

Los aldeanos se unieron a los pobladores y de pueblo y tribu se formo una comunidad, los prisioneros contaron las anécdotas vividas en la cueva y la tranquilidad se asentó entre los humanos ante este nuevo comienzo, el alcalde y el anciano-lider se unieron para manejar mejor los recursos, fue simplemente una fusión que llevó pocos días y, aunque algunos aldeanos prefirieron quedarse en el cañón, otros se mudaron al pueblo, y de igual manera los pobladores, algunos permanecieron en el pueblo y otros más prefirieron vivir en la aldea.

Pronto las entrevistas de los prisioneros se dieron a conocer gracias a la transcripción y copia de sus palabras y en una de ellas la destrucción de mi ilusión se dio a conocer.

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