Sólo un
poco más, sólo un poco más… si pudiese acercarme un poco más, ¿Cambiaría algo?
Probablemente no, ahora yacíamos casi lado a lado después de tanto tiempo
alejados, después de sentir como se iba separando de mí, lo admiraba, lo
admiraba y lo apreciaba como a un hermano mayor a pesar del abismo cruel que
nos separaba el uno al otro; él, tan misterioso y apartado como el vivir junto
a todo el equipo se lo permitía, yo, siempre intentando aproximarme, quizá ser
un poco más como él, sólo un poco.
Levante
el rostro lentamente, los demás estaban no tan alejados y, sin embargo tan
separados los unos de los otros que la terrible agonía de la soledad parecía
inminente, ninguno de ellos se movía, quizá yo era el único consciente,
terrible situación, ¿Debía ponerme de pie? ¿Y si me descubrían? Cobarde… ellos
me llamarían cobarde si no hacía algo o quizá estúpido por actuar
imprudentemente, pero qué coño, siempre dependiendo de los demás, vaya líder…
¿Vivían?
Debía averiguarlo, los minutos pasaban, horas tal vez, todo estaba devastado,
el tiempo me era indiferente pues desde hacía ya algo de este su constancia se
había desvanecido, incorporarme parecía ser la única manera, alguien tosió
próximo a la puerta, ¿Debía gritar su nombre? ¿Era ella? Recuerdo que iba de
salida cuando todo ocurrió, habíamos discutido de nuevo y saldría a aclarar su
mente, si, debía ser ella. Levante un poco mi cuerpo con los brazos, eran
heridas superficiales, él había detenido el impacto que debió tener la
explosión al lanzarme a un lado, pude sentarme aunque de un modo soso, ahora
tenía mejor visibilidad, solté un sollozo.
Los veía
a todos, pero ¿Qué podía hacer? o más bien, ¿Qué debía hacer? Él había logrado
acercarse a ella y la había cubierto con sus brazos para minimizar el daño, más
allá veía a otros dos, el sillón había logrado amortiguar el golpe a cambio de
cubrirlos casi totalmente. Un poco más cerca a la cocina veía a otro más, el
impacto le había dado casi de lleno y eso me angustiaba más de lo que me
atrevería a aceptar, por último los vi a ellos dos, él había ido tras ella para
evitar que partiera mientras yo refunfuñaba lejos de ahí sobre la inmadurez de
sus actos.
Ahora me
arrepentía, me arrepentía de mi actitud mediocre y altanera, de mi egocentrismo
y de mi modo de actuar tan engreídamente, lo lamentaba, aceptaría cambiar
cualquier cosa por regresar el tiempo, porque ellos estuviesen bien, por volver
a esa mañana donde juntos desayunábamos y reíamos, donde, por un instante,
éramos más que un equipo, éramos… una familia.
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