miércoles, 16 de mayo de 2012

Explosión

Sólo un poco más, sólo un poco más… si pudiese acercarme un poco más, ¿Cambiaría algo? Probablemente no, ahora yacíamos casi lado a lado después de tanto tiempo alejados, después de sentir como se iba separando de mí, lo admiraba, lo admiraba y lo apreciaba como a un hermano mayor a pesar del abismo cruel que nos separaba el uno al otro; él, tan misterioso y apartado como el vivir junto a todo el equipo se lo permitía, yo, siempre intentando aproximarme, quizá ser un poco más como él, sólo un poco.

Levante el rostro lentamente, los demás estaban no tan alejados y, sin embargo tan separados los unos de los otros que la terrible agonía de la soledad parecía inminente, ninguno de ellos se movía, quizá yo era el único consciente, terrible situación, ¿Debía ponerme de pie? ¿Y si me descubrían? Cobarde… ellos me llamarían cobarde si no hacía algo o quizá estúpido por actuar imprudentemente, pero qué coño, siempre dependiendo de los demás, vaya líder…

¿Vivían? Debía averiguarlo, los minutos pasaban, horas tal vez, todo estaba devastado, el tiempo me era indiferente pues desde hacía ya algo de este su constancia se había desvanecido, incorporarme parecía ser la única manera, alguien tosió próximo a la puerta, ¿Debía gritar su nombre? ¿Era ella? Recuerdo que iba de salida cuando todo ocurrió, habíamos discutido de nuevo y saldría a aclarar su mente, si, debía ser ella. Levante un poco mi cuerpo con los brazos, eran heridas superficiales, él había detenido el impacto que debió tener la explosión al lanzarme a un lado, pude sentarme aunque de un modo soso, ahora tenía mejor visibilidad, solté un sollozo.

Los veía a todos, pero ¿Qué podía hacer? o más bien, ¿Qué debía hacer? Él había logrado acercarse a ella y la había cubierto con sus brazos para minimizar el daño, más allá veía a otros dos, el sillón había logrado amortiguar el golpe a cambio de cubrirlos casi totalmente. Un poco más cerca a la cocina veía a otro más, el impacto le había dado casi de lleno y eso me angustiaba más de lo que me atrevería a aceptar, por último los vi a ellos dos, él había ido tras ella para evitar que partiera mientras yo refunfuñaba lejos de ahí sobre la inmadurez de sus actos.

Ahora me arrepentía, me arrepentía de mi actitud mediocre y altanera, de mi egocentrismo y de mi modo de actuar tan engreídamente, lo lamentaba, aceptaría cambiar cualquier cosa por regresar el tiempo, porque ellos estuviesen bien, por volver a esa mañana donde juntos desayunábamos y reíamos, donde, por un instante, éramos más que un equipo, éramos… una familia.

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