martes, 20 de abril de 2010

Recuerdos

Abrí los ojos, tan solo había parpadeado pero parecía como si los hubiese cerrado por mucho tiempo, suspire tiritando ligeramente en aquel frondoso bosque, sentía la niebla recorrer el lugar, atrapándolo en su inmensa oscuridad, no le temía, a pesar de todo no le temía.

Me detuve al escuchar su voz, gire hacia él y le sonreí corriendo a su encuentro y abrazándolo como siempre que lo veía, sentí la frialdad de su cariño, me aleje, no era él en realidad, era solo otra ilusión, igual que las demás que había visto desde mi intromisión en ese lugar, pronto la niebla llego hasta ahí cubriéndolo todo.

- Tic, tac – Murmuro esa fría voz - El tiempo se acaba – Rió suavemente en un suspiro.

Mire el reloj, su manecillas marcaban ambas hacia el mismo lugar, las 3:15, el segundero caminaba con temor, tic tac, marcaba con su débil tintineo.

Eleve mi mirada dirigiéndola hacia esa parte siniestra del bosque y eche a correr hacia allí.

- ¿Por qué huyes? – Murmuro de pronto una voz suave y conocida, una voz calmante para mi.

- ¿De que huyes? – Susurro entonces una voz risueña del lado contrario, pero igual de conocida.

- ¿A dónde vas? – Hablo burlonamente una tercera voz conocida, masculina y calida a la vez.

- ¿A que le temes? – Comento otra voz conocida y calmante para mí.

- Ayúdenme… - Les grite esperando su respuesta, mas solo escuche la repetición de las mismas preguntas.

- El tiempo borra los lazos, el tiempo me borró a mi – Su voz sonaba distorsionada, fría pero siempre con la misma intensidad que la caracterizo siempre.

- ¡Fue mi culpa! – Grite cayendo sobre mis rodillas en un suelo de madera, subí la cabeza y observe el lugar, no era ya aquel bosque frondoso y con neblina, ahora era otro lugar diferente, como una especie de casa.

- Tic, tac – Se repetía constantemente el sonido del gran reloj al final del cuarto mientras sus manecillas recorrían con lentitud el circulo del reloj con esa imagen de fondo; siempre sonriendo, tan tranquila y, a la vez, con tanto dolor.

- Detente por favor – Grite sollozando y observando esa imagen las gigantescas manecillas cesaron en su vil movimiento por un instante en que la tranquilidad se adueño de mi ser, pero luego continuaron con mi tormento.

Me propuse seguir caminando, salir de aquel cuarto y huir. Camine hacia una de las puertas deteniéndome frente a ella y abriéndola de par en par para llegar a un cuarto de color beige lleno de cuadros vacíos.
Me aproxime con lentitud hacia uno de ellos observando la imagen que se formaba en él, admirando aquel trozo de memoria, pose mi mano en el cristal repasando sus bordes.

- Los extraño… - Solloce viendo fijamente nuestras caras infantiles sonriendo.

- ¡Cobarde! – Rugió su voz, me hizo retroceder y salí de aquel cuarto llegando de nuevo al cuarto del reloj.

Las manecillas apuntaban hacia otro lugar ahora, las 6:00, se veía diferente el lugar, la iluminación había cambiado, abrí una de las ventanas notando los terribles rayos del solo alumbrando como el verano, a pesar de la hora, el sol irradiaba aun en lo alto del cielo.

- Tic, tac, tic, tac – Como golpeteos en mi corazón y mi mente resonaba ese sonido.

Corrí hacia otro lugar huyendo del sonido del reloj, llegando a una habitación oscura en su totalidad exceptuando unos ligeros haces de luz sobre fotografías.

Camine con lentitud hacia ellos observando las imágenes, conocía a todas esas personas, las recordaba de algún fragmento de mi vida, mis ojos se cristalizaban al recordar sucesos vividos con ellas, al sentir sus presencias alrededor mío, al escuchar sus voces taladrantes en mi mente.

Apreté los ojos rogando desaparecer de aquel lugar, rogando liberarme de sus voces, de su sensación calida de siempre estar y de ese dolor gélido al desaparecer.

Todo ceso, el silencio me rodeo, abrí los ojos con lentitud, la iluminación era tenue, muchas personas me rodeaban, todos vestían sus trajes oscuros y cubrían sus caras con las manos, sollozaban, excepto ella, ella sonreía fríamente al otro lado de la habitación.

Camine hacia ella, pero me detuve en seco al verlos ahí, ellos ahí de pie cubriéndose sus rostros con ambas manos, sin hablar, quietos con los ojos cubiertos por sus manos empapadas, me dolía verlos así, me dolía no poder hacer nada, pero su voz me llamaba, seguí caminando pero con mi pensamiento fijo en esa imagen, conocía a cada persona de aquel lugar, todos tenían las manos cubriendo su rostro pero con movimientos perdidos, tristes, desolados, como si no vivieran ya y eso solo fuese su cuerpo vació.

- Tienes miedo, ¿No es verdad? – Sonrió fríamente viéndome.

No conteste, seguí caminado hasta llegar junto a ella y me asome hacia la caja de madera que descansaba en aquel lugar, me vi ahí, como en un espejo, mi rostro y cuerpo yacían sobre ese tétrico féretro.

Una risa estallo, gire mi cabeza hacia el lado contrario observando a los presentes con temor, reían a carcajadas, se mofaban de mi dolor, de su propio dolor, lo que antes había sido llanto ahora eran risas incontenibles, retrocedí chocando con el féretro y dirigí mi mirada hacia esa caja, no había nada mas ahí, un mareo recorrió mi cuerpo y al abrir los ojos me encontré en la total soledad dentro de cuatro muros de piedra, dentro de aquel mausoleo, las risas habían cesado y lo único que podía escuchar ahora era el eterno y vil sonido de ese gran reloj mientras leía con temor cada una de las placas doradas encajadas en la pared.

- Tic, tac… -

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