viernes, 12 de marzo de 2010

Invisible

“Deambulaba por ese lugar, lo conocía, vaya que lo conocía, llevaba mas de un año caminando entre sus grandes pasillos, recorriendo sus patios y conociendo sus aulas, pero esta vez, era diferente. Realmente no veía nada más que el camino que pisaba frente a mí, miraba realmente sin mirar, era como si no estuviese mas ahí, como si no existiera ya, ni siquiera podía verme yo misma.

Me detuve frente a un charco de agua recién formado por la intensa lluvia de anoche, hoy tan solo estaba oscurecido el cielo, nubes cubrían el sol, bloqueaban su brillo y al mismo tiempo le daban un toque misterioso a esa construcción. Sabia donde encontrarlos, sabia a donde ir… o al menos tenia una idea de en donde podían estar ahora, me dirigí hacia el lugar donde debía hallarlos, los vislumbre a lo lejos y sonreí, con verlos me bastaba para alegrar un poco mi día, para sentirme, al menos por unos instantes, viva.

En algunas ocasiones no era así… Hablaban entre ellos, no entendía realmente lo que decían, los veía mover los labios. – Hola… - Murmuraba observándolos, pero realmente no me escuchaban. Tomaban sus cosas y se ponían de pie sin notarme, se alejaban, sin embargo los seguía… existía, yo lo sabia, sentía el incesante goteo de una lluvia temerosa y al viento apenas tocando mi piel.

Cruzábamos el puente, ahora discutían sobre algo que yo conocía muy bien, un tema algo apreciado por mí o quizá al menos conocido, sonreía y contestaba las dudas de alguno de ellos observándolos con orgullo, pero al parecer mi voz era tan solo un eco en mi mente pues ellos seguían hablando como si no me escuchasen, bajaba entonces la cabeza, culpaba al ruido del trafico en esa avenida, culpaba a las aves que cantaban con fuerza, me culpaba incluso a mi misma por no saber expresarme bien.

Los seguía en silencio, íbamos al mismo lugar de la mayoría de nuestros días en ese último año que ya terminaba. Tomábamos asiento en la última mesa, recargándonos en la pared, colocando nuestras mochilas a nuestro alrededor, juntas. El silencio cubría el lugar a veces, se miraban entre ellos, no hablaban mas, solo la música se escuchaba con algún toque en las cuerdas de una guitarra acústica, desgarraba el silencio como un trozo de tela.

Pasaba el tiempo, intercambiaban ideas, temía hablar, no comprendía lo que decían y si me llegaba a interponer en su conversación probablemente se molestarían, tan solo los veía, fingiendo que no existía, era comprensible, yo no formaba parte de ese mundo de ideas, habían cambiado ciertas cosas, ellos se entendían, se reían, pero en mi caso, era como hablar un idioma totalmente diferente, como si una especie de velo separara mi existencia de aquellas personas que se habían convertido en algo indispensable para mi, mas no había forma de romper esa barrera, de hacerles saber de mi existencia, de serles aunque fuese por unos instantes útil, nunca era así, jamás había sido de esa manera, yo era cobarde, temía equivocarme al hablar, temía perder algo mas.

Vivía tan solo entre esas ideas, millones de ideas atrapadas en mi mente, nunca liberadas, quería decirles tantas cosas, deseaba contarles tantas cosas, pero, sabia que, lo mejor era sentirme inexistente, sentirme invisible…”

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